4 de mayo de 2012

LA IGUALDAD Y LOS HOMBRES

Hace unos días, en un taller organizado en Málaga por el Fórum de Política Feminista, Soledad Murillo (ex secretaria general de Políticas de Igualdad y una de las principales inspiradoras de la Ley contra la Violencia de Género y de la Ley de Igualdad) comentaba que en Noruega empiezan a considerar la igualdad como algo superado, pese a ocupar el segundo lugar entre los países de Europa en asesinatos machistas.

Noruega disfruta de la mayor igualdad entre los sexos del mundo, en liza con sus vecinos nórdicos, gracias a su legislación, a la disminución de las brechas salariales entre hombres y mujeres, o a la mayor participación de mujeres en el poder legislativo y en altos cargos administrativos. Aun así la tasa de asesinatos machistas es del 6,58 por cada millón de mujeres (España del 2,44) y una de cada 10 mujeres de más de 15 años ha sido violada.

La experiencia de Noruega nos recuerda que la igualdad para ser efectiva necesita acabar, al mismo tiempo, con las desigualdades estructurales que padecen las mujeres y con el machismo; que la sociedad igualitaria que propone el feminismo no será posible sin el cambio y la implicación de los hombres, un objetivo que Noruega no ha logrado cuando quiere dar por alcanzada la meta.

"Cuando las barbas de tu vecino veas cortar...". Aunque estamos lejos de los países escandinavos en materia de igualdad, más nos vale tener en cuenta el dato para evitar errores que pueden llevarnos a una situación similar.

En 1995 hice un estudio con Josep-Vicent Marques, para el Instituto de la Mujer, sobre la posición de los hombres ante el cambio de las mujeres. La mayoría se manifestaba a favor del cambio porque reparaba agravios históricos injustificables, aunque se quejaban de su velocidad y se resistían a lo que se esperaba de ellos porque lo vivían como una pérdida de privilegios. Algunos temían que el verdadero objetivo de las feministas fuera darle la vuelta a la tortilla.

En los años siguientes la igualdad llegó a ser el discurso social hegemónico, hasta el punto de que costaba encontrar quien se opusiera públicamente y los medios de comunicación tenían que buscar personajes esperpénticos para defender el machismo en los debates. Hoy la situación es distinta, el discurso neomachista ha conseguido que amplios sectores de la población crean que la igualdad no beneficia a la mayoría sino que busca privilegios para las mujeres.

Sin duda se debe a que ellos han renovado su discurso y a que los hombres por la igualdad no hemos llegado a la mayoría de los hombres para convencerlos de las virtudes del cambio, pero no es menos cierto que las políticas públicas de igualdad se han olvidado de los hombres y este olvido ha facilitado que los neomachistas usen el disfraz de defensores de la igualdad efectiva.

Las iniciativas institucionales para ayudar a los hombres en el cambio han sido anecdóticas. Ninguna fuerza política apuesta por incorporar a los hombres como beneficiarios de las políticas de igualdad, a sus iniciativas les ha faltado el respaldo necesario y sus militantes consideran la igualdad un tema de mujeres.

Su falta de sensibilidad ante fenómenos como el fracaso escolar de los chicos, el precio que pagan niños y hombres por ir de machos por la vida, la importancia de ampliar los permisos de paternidad o la necesidad de dotar de prestigio social lo doméstico y los cuidados, son anécdotas que sumar al hecho de suprimir el Ministerio de Igualdad sin dar ni pedir ninguna explicación.

Hoy toca defender las conquistas amenazadas y luchar por una salida de la crisis que incremente el empoderamiento de las mujeres fomentando la corresponsabilidad, pero no basta con la combatividad del movimiento de mujeres, hace falta una mayoría social que incorpore a los hombres. A estos se les puede y se les debe exigir que renuncien a sus privilegios sin contraprestaciones, porque es justo y necesario, pero si queremos incorporarlos activamente al cambio hay que lograr que se sientan parte del mismo.

La igualdad y los hombres parecen como el agua y el aceite, irreconciliables pero imprescindibles en la dieta mediterránea. Los hombres, los grandes beneficiarios del Patriarcado, son imprescindibles para el cambio; su implicación dependerá de que además de justa, vean que la igualdad les beneficia y no compensa el precio que pagan por los privilegios.

Llamar cómplices a los hombres por la igualdad es un paso en la buena dirección, que reivindica el protagonismo del feminismo corresponsabilizándonos del cambio, pero refleja las resistencias a considerar aliados a quienes aportamos una perspectiva y una experiencia necesarias para el diseño y construcción de ese futuro que queremos compartido.

José Ángel Lozoya Gómez
Miembro del Foro y de la Red de Hombres por la Igualdad

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